‘Confidencial (Black Bag)’: Soderbergh propone un entretenido juego de mesa de sexo, mentiras y agentes secretos

Desde su ópera prima, Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989), Steven Soderbergh ha mostrado su interés por los contornos del embuste. Su última película, escrita por el guionista de dos de sus últimos largometrajes, Kimi y Presence, David Koepp, es una vuelta de tuerca a esa vieja obsesión a través de un entretenido juego de mesa de sexo, mentiras y, esta vez, agentes secretos.

Lo del juego de mesa es literal: lo mejor de Confidencial (Black Bag) son dos secuencias, sobre todo la primera, alrededor de una mesa en la que Soderbergh presenta a los sospechosos de un thriller de espías ligero y muy bien construido. Los comensales, observados con minuciosa atención por el agente que interpreta Michael Fassbender, han ingerido una droga de la verdad que despertará algún que otro demonio. Todos los secundarios sentados en esa mesa —interpretados por Tom Burke, Marisa Abela, Naomie Harris y Regé-Jean Page— funcionan como un reloj, mucho mejor que la pareja protagonista, Fassbender y Cate Blanchett, cuya química no acaba de aflorar, y eso provoca que resulten demasiado rígidos y robóticos.

En Confidencial, las cintas de video ya no existen. Han sido sustituidas por una tecnología a lo James Bond (la presencia de Pierce Brosnan parece un guiño al viejo agente 007) que se aplica a un tablero glamuroso y sofisticado. Los ecos al cine de espías británico, con el fabuloso arquetipo de Michael Caine en la piel del agente Harry Palmer a la cabeza, parecen más que evidentes.

La intriga empieza de inmediato, cuando al personaje de Fassbender, miembro como su esposa de una agencia de investigadores privados, le dan una lista de posibles sospechosos en los que está incluida su mujer. Un matrimonio perfecto con una casa perfecta sobre la que cae una supuesta bomba: la sombra de una mentira. Más divertida que misteriosa, la película gira alrededor de esa duda y de las relaciones (llenas de patrañas más interesantes) entre los otros personajes.

Con su aura artificiosa, Soderbergh consigue una película veloz y lúdica alrededor de las conexiones que van saliendo a flote entre unos y otros, pero con una intriga geopolítica de fondo que da bastante igual. Aunque su peor defecto es que el juego que acaba importando menos es el que se trae entre manos el matrimonio de espías.